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lunes, 14 de febrero de 2011

Un viaje

"-¿Se trata de un viaje a través de mimemoria?-"
Lejos de sentirse asustado o inquieto, parecía como si ese encuentro lo hubiese estado esperando desde siempre. Ni siquiera se tomó la molestia de mirar a los ojos a aquel extraño vestido con una descolorida gabardina gris mientras le preguntaba.
"-Esta experiencia es tan real como las que has vivido a lo largo de estos años."
Dejó pasar unos segundos que fueron secundados por el silencio de su interlocutor, y el extraño de la gabardina le indicó con un leve movimiento de su mano quera el momento de empezar el viaje.
Al principio, podían haber pasado por dos amigos que tomaban tranquilamente un paseo por la calle si no hubiera sido porque la calle era una especie de desierto en el que ni siquiera se escuchaba el viento.
"-¿No hay nada?- musitó acongojado al enigmático personaje de gris- Todo esto es una especie de sueño, estoy seguro. Pero yo... ahora, tal vez esté...- su voz se perdió en un desesperado suspiro.
-¿Qué es lo que crees? ¿Qué crees que ha sido de ti?"
Hasta entonces, la actitud del extraño de la gabardina había sido fría, impersonal. Pero al formular su pregunta, esbozó una sonrisa cruel al tiempo que sus ojos se fijaron en la cara desesperada de su acompañante con un gesto similar al de esos desquiciados que protagonizan películas de asesinos en serie.
Para aquel pobre desconcertado que iniciaba el viaje más extraño de su existencia, la respuesta que esperaba obtener de un momento a otro era la misma que en ocasiones había esperado conseguir cuando se asomaba a un precipicio.
Tras una terrible pausa, cobró fuerzas y se decidió a formular su pregunta.
"-¿Estoy muerto?"
Era tanto su horror ante la respuesta que esperaba, que su voz era como un débil suspiro, apenas audible.
La mirada del extraño y su maléfica sonrisa, aún se hizo más cruel y fría.
"-No"
Tanto los me´dicos como los auxiliares que observaban a aquel cuerpo cuyos signos vitales se limitaban a los espaciados pitidos de una máquina, reflexionaron, cada uno a su manera, y según su escepticismo o credulidad, sobre sí mismos y sobre la muerte. Y aunque la Ciencia afirmaba que aquel pobre siucida estaba clínicamente muerto, ninguno de los allí presentes dejó de creer que estaba padeciendo la condena de un agónico sueño.

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